El cojo y el azar
Así es como estoy en estos momentos… ando cojito, bueno, para tranquilizar a posibles lectores, más que andar, ruedo cojo, o, mejor dicho aún, ya ni ruedo.
En la ciudad de las bicis no disponer de ella te deja incomunicado, te margina socialmente y hace que te sientas un ciudadano de segunda clase.
¡Claro que siempre está el efectivo transporte público danés! Pero envidias la libertad que tienen los demás (curioso enlace acabo de descubrir), pedaleando de arriba abajo, haciendo kilómetros rutinariamente para ir a trabajar o cuando, el sábado por la noche, se cambia de un bar a otro.
El otro día mi bici dijo basta por el momento, sólo Dios sabe qué vida ha tenido anteriormente, cuántas noches a la intemperie, bajo la lluvia, el frío y el viento danés, que corta como el filo de una navaja. El azar quiso que una tarde Ale y yo la encontraramos. Ahí estaba ella, no era la más bonita, ni la más llamativa pero estaba en el sitio perfecto en el momento perfecto y sin dueño, como demostraba la etiqueta que lucía en su rueda de atrás y que la condenaba al ostracismo ciclista. El día que finalmente fue mía no me pareció gran cosa. Los comienzos son duros, nuestra relación empezó algo torcida, como su faro delantero; algún susto, alguna caída tonta y algún arreglo sirvió para que se ganara mi respeto y algo de mi corazoncito.
La ocasión la pintan calva, y el azar puede ser cruel… mi cojera no pudo ser más inoportuna… volviendo del consulado de Rusia para hacer los trámites del viaje a Moscú, a mitad de camino de la oficina tuve que bajarme y rendirme… ella dijo basta y no pude negar la evidencia; la pobre necesita otro retoque (ver foto), quizá el más grande que ha sufrido hasta ahora. Siendo julio el mes de vacaciones danés hasta el lunes no la podré volver a ver.
Ahora vuelvo del trabajo andando todos los días, es el lado positivo, tardo más de una hora, pero el tiempo vuelve a invitar a pasear y aprovecho para recorrer rincones de Amager todavía desconocidos… Esta tarde, volviendo a casa sumido en mil pensamientos que vienen y van por mi cabeza como un torbellino, no he podido reirme al recordar mis primeros pasos en esta isla, armado hasta los dientes de guía y mapa y aun así reuniendo la torpeza suficiente para perderme a 40 metros de mi casa… sería que así lo quería el azar; el mismo que me engañó en una óptima (pero indiferente, seguro que otros le pueden sacar más partido) ciudad y que todavía sigue riéndose de vez en cuando de todos los que en él confían… el azar puede ser cruel. Y yo sin bici
En la ciudad de las bicis no disponer de ella te deja incomunicado, te margina socialmente y hace que te sientas un ciudadano de segunda clase.
¡Claro que siempre está el efectivo transporte público danés! Pero envidias la libertad que tienen los demás (curioso enlace acabo de descubrir), pedaleando de arriba abajo, haciendo kilómetros rutinariamente para ir a trabajar o cuando, el sábado por la noche, se cambia de un bar a otro.
El otro día mi bici dijo basta por el momento, sólo Dios sabe qué vida ha tenido anteriormente, cuántas noches a la intemperie, bajo la lluvia, el frío y el viento danés, que corta como el filo de una navaja. El azar quiso que una tarde Ale y yo la encontraramos. Ahí estaba ella, no era la más bonita, ni la más llamativa pero estaba en el sitio perfecto en el momento perfecto y sin dueño, como demostraba la etiqueta que lucía en su rueda de atrás y que la condenaba al ostracismo ciclista. El día que finalmente fue mía no me pareció gran cosa. Los comienzos son duros, nuestra relación empezó algo torcida, como su faro delantero; algún susto, alguna caída tonta y algún arreglo sirvió para que se ganara mi respeto y algo de mi corazoncito.
La ocasión la pintan calva, y el azar puede ser cruel… mi cojera no pudo ser más inoportuna… volviendo del consulado de Rusia para hacer los trámites del viaje a Moscú, a mitad de camino de la oficina tuve que bajarme y rendirme… ella dijo basta y no pude negar la evidencia; la pobre necesita otro retoque (ver foto), quizá el más grande que ha sufrido hasta ahora. Siendo julio el mes de vacaciones danés hasta el lunes no la podré volver a ver.
Ahora vuelvo del trabajo andando todos los días, es el lado positivo, tardo más de una hora, pero el tiempo vuelve a invitar a pasear y aprovecho para recorrer rincones de Amager todavía desconocidos… Esta tarde, volviendo a casa sumido en mil pensamientos que vienen y van por mi cabeza como un torbellino, no he podido reirme al recordar mis primeros pasos en esta isla, armado hasta los dientes de guía y mapa y aun así reuniendo la torpeza suficiente para perderme a 40 metros de mi casa… sería que así lo quería el azar; el mismo que me engañó en una óptima (pero indiferente, seguro que otros le pueden sacar más partido) ciudad y que todavía sigue riéndose de vez en cuando de todos los que en él confían… el azar puede ser cruel. Y yo sin bici
Directo del 2002... Los italianos Velvet
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