De viaje
Pues por fin llegó el gran día, y, sin que la persona que no tenía que saberlo se diese cuenta, cambié el día 19 Copenhague por Zaragoza...
El día empezó, como el anterior, muy pronto, a eso de las 4 de la mañana, para salir a coger el metro a las 5.15 y caminar bajo la nieve, que se presentó sin previo aviso, así que enseguida me tuve que poner en marcha con más abrigo del que tenía pensado... ¡Caminante no hay camino!
Al final, tras retrasos, carreras por aeropuertos, cambios de bus, metro, cercanías y más llegué a mi destino donde me esperaban. Ver a la familia, hablar muuuuucho, ver a los amigos, darnos el gustazo de esas cenorras que nos dábamos antaño, meterme un poco con Paula, Amparo o Marta; reírme de las peripecias de Bea, descubrir pequeños nuevos detalles en las casas de Bea y Miguel o Pili y Fernando, interrogar a Amparo (la otra exiliada) y María, animar a Miguel Ángel de cara a su proyecto, planear hipotéticos viajes, poner cara de póker cuando me preguntan por mi futuro, ver a Ana tras su vuelta de Ávila, pegarme un buen desayuno en el Mombasa o la Repu y coger mucho sol mientras deambulo si rumbo por el Casco mirando las tiendecitas que van surgiendo y dan un poco más de vida al que hasta hace poco era uno de los barrios más marginales de la ciudad y que siempre ha sido mi favorito para, si algún día me lo pudiera permitir, tener una casa.
Mucho que hacer y poco tiempo, por ahora voy cumpliendo con la agenda y, pese al cierzo, la ciudad me ha recibido con los brazos abiertos; se nota que se está poniendo guapa para el verano cuando debería ser el centro de atención para muchos por la famosa Expo; si sirve para que alguien la descubra como algo más que una ciudad de paso entre Madrid y Barcelona y como el lugar donde está El Pilar, todo ese dinero invertido bien valdrá la pena... ya lo dijo aquél, Paris vaut bien une messe...